Siguiendo con el ritmo del mercado, hoy sábado y seguramente mañana domingo serán los días más agitados. La gente va y viene, casi todos los stands están ocupados, y la actividad dura hasta un poco más tarde. A partir del lunes el ritmo baja, y desde el miércoles hasta el final ya mucha gente no está, y algunos de los vendedores que se quedan aprovecha para juntarse con otros invitados como programadores de festivales, productores, etc..., mientras que los compradores que se quedan pueden aprovechar para hacer alguna de las cosas que dan ganas de hacer durante la Berlinale y que el mercado muchas veces no deja, como por ejemplo ver películas, o conocer Berlín.
Y es que aún después de terminada la actividad en el mercado (digamos a las 7 de la tarde, lo que es decir de la noche en Berlín), hay mucha actividad social organizada por el Festival, el Mercado, los vendedores, los productores... Las fiestas de cada noche (quizás junto con la calidad de los bolsitos que regala el festival a los acreditados cada año) es uno de los temas no-cinematograficos preferidos entre los invitados. Las fiestas son, por un lado, un lugar de encuentro (o re-encuentro, o re-re-encuantro) entre los invitados y la posibilidad de seguir hablando de algunas películas e incluso negociar en un contexto más relajado, y por el otro la razón por la cual al día siguiente la mayoría de los acreditados no está en condiciones de sostener una reunión razonable antes del mediodía. Hay una tendencia a que las fiestas sean en lugares extraños (una iglesia, una estación de subte, una oficina de correo, etc...) y que además de cantidades industriales de alcohol y a veces comida, propongan algún esparcimiento como por ejemplo el karaoke que fue el deleite de la delegación argentina en la fiesta de la foto.
En los encuentros con colegas (durante las fiestas, o en una reunión, una mesa de debate o el cualquier pasillo) es común que en un momento u otro surja como tema la preocupante actualidad del negocio cinematográfico. Se plantean continuamente dudas como hasta qué punto tiene sentido seguir intentando estrenar cine independiente en salas, qué será del formato video (adiós DVD, hola...¿cine online?), y en qué medida se depende hoy de la relativa confiabilidad de las ventas a la TV; y esos interrogantes encuentran en general como respuesta una expresión de deseo en la que la mayoría prefiere no ahondar. Esto tiene que ver, creo, con la falta de práctica de un pensamiento más profundo sobre la actividad (algo relativo quizás a su carácter entre no-científico y directamente escolasero), pero también puede ser una forma de evitar una conclusión sobre el futuro que puede resultar demasiado deprimente, más aún que los duros datos que tenemos del presente. Entonces, digamos, mejor cerrar los ojos y darle para adelante. Al fin de cuentas, todos estamos acá para seguir distribuyendo películas...¿no?
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