Si el jueves fue, como dirían los vendedores, "slow", el viernes definitivamente arrancó el mercado. La cantidad de actividad fue notablemente superior, aunque al recién iniciarse las reuniones y proyecciones de películas a la venta no hay demasiados titulares para las noticias del día. Si se destacan, por otra parte, los anuncios que los vendedores hacen de las proyecciones de sus películas para tentar a los compradores a asistir y, eventualmente, comprar. En ese sentido la destacada del día fué la cuasi-argentina en Competencia oficial "El Premio", con sendas tapas en Variety y Screendaily, las dos publicaciones diarias que marcan el pulso del European Film Market.
Sin embargo, el que para mí fue el momento destacado del día, pensado en términos de distribución, no vino del Mercado sino del Festival mismo, durante la proyección de la película tailandesa Hi-So (de High Society, según explicaría su director Aditya Assarat después de la proyección).
La película, parte de la selección de la sección Forum (probablemente la menos complaciente de todo el festival), se proyectaba en una sala grande, de unas 400 butacas. Durante la presentación el director mencionó que estaba encantado de estar en Berlin ya que, con su película anterior (Wonderful Town), también había participado del festival, y que fue en Berlin donde su película anterior convocó a la mayor cantidad de público. Y es que, como suele suceder en festivales, la sala estaba llena (o "full house", como dijo el director). Sentados al lado mío parte de ese público, una pareja de alemanes de unos 50 años, se pasaron la película (especialmente la segunda mitad) haciendo contorsiones primero, bostezando después, y finalmente indignandose por el ritmo pausado de Hi-So. Como suele suceder en muchos otros festivales (pongamos al Bafici por caso) el público va ver el festival más que la película, y mas allá de decepciones como esta, sigue yendo al día siguiente, y al año siguiente, atraídos por el peso específico del evento. La pareja de alemanes no se quedó a la ronda de preguntas y respuestas, y fue una lástima. Porque respondiendo a la última pregunta, Assarat dijo que su película era muy pequeña y que él sabía que no iba a ser muy convocante, quizás incluso menos en su propio país que en lugares como Berlín, pero que para él el público de sus películas era como esa gente que los domingos, en vez de ir al shopping, elige ir a un museo. O sea, poquísima.
No estoy seguro de que la comparación del director tailandés haya sido muy precisa, pero toda la proyección de la película, las reacciones de su público (la de la pareja, pero también la del público que disfrutó de la película) y las confesiones del director son, creo, un ejemplo sí muy preciso de cómo funciona hoy la distribución de cine para mucho del cine de autor, y el valor que dentro de esa cadena tienen los festivales, en nuestro país y también en el resto del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario