25 jul 2011

Milagro Sala


(Publicado en Haciendo Cine 116) 
En el último mes dos temas llamaron la atención de distribuidores, realizadores y prensa: el cierre del Atlas Santa Fe, y la obscena salida de Kung Fu Panda 2, con 265 copias (en un país con 800 pantallas). Cada tema tiene sus particularidades, pero los dos tocan el ya famoso asunto de la falta de pantallas para un determinado tipo de cine. Y si saco otra vez el tema es porque tengo la esperanza de que esta vez el llamado de atención nos mueva no sólo a compartir penas, sino también ideas, proyectos y trabajo.

La falta de pantallas, y la esperanza de que un Circuito Alternativo venga a salvarnos: todos dijimos y escuchamos repetir esto mil veces, y sobre el tema se podría escribir un libro. Durante estos años, alguna iniciativa pública (Cuota de Pantalla, Media de Continuidad, espacios INCAA), y alguna privada (Arteplex, ArteCinema) fueron una luz de esperanza, pero ninguna alcanzó a satisfacer necesidades de una gran cantidad de realizadores argentinos, ni de distribuidores independientes, ni de un público que espera un espacio diferente para encontrarse con este cine. El volumen del estreno de KFP2 es un indicador de que la mayoría de las pantallas existentes se concentran cada vez más en este tipo de material, mientras que el cierre del Atlas Santa Fe nos hace pensar que otros espacios quedan vacantes, y que podrían ser aprovechados.

Pero pensémoslo mejor: ¿por qué (y hagamos un esfuerzo acá por evitar las teorías conspirativas) no logramos convencer a las salas comerciales de programar películas independientes o de autor o nacionales en general?; y ¿por qué si puede ser un buen negocio el Atlas Santa Fe cierra sus puertas? Las respuestas a estas preguntas, si son honestas y se fundamentan en cómo funciona el mercado argentino, podrían ser un principio de solución.

Pensar que las películas fracasan en sus estrenos sólo porque no lograron entrar en las salas más convocantes no sólo es una simplificación, sino que además no ayuda a entender el problema, y nos excluye de una posible solución. Basta, por ejemplo, con revisar cuántas películas fracasan “en las mejores salas” para constatar esto. Es cierto que fuera de los multisalas no hay hoy demasiadas opciones, pero pensar que para tener una taquilla satisfactoria es suficiente con tirar copias en salas de primera línea y sentarse a esperar, es reducir la distribución a una labor puramente administrativa, o política, que se hace de una sola forma y que sirve a todas las películas por igual. Sería, básicamente, renunciar a la distribución como un plan estratégico que, hecho a conciencia, ayude a que mi película venda muchos tickets o, por qué no, a conseguir otros objetivos (que puede haberlos). Pensar así sería, de alguna manera, seguir abonando la idea de que el negocio del cine es una timba, o una ciencia oculta.

El caso del Atlas Santa Fe me gustaría sintetizarlo en una cuenta sencilla: imaginemos costos fijos de una sala como esa (alquiler + mantenimiento), y dividamos esa cifra por el promedio que queda por ticket, para ver cuántas personas tiene que pagar su entrada sólo para no perder dinero. Ahora comparemos ese número con la cifra que suele hacer una película como la nuestra por semana, multipliquémosla por 4 semanas y por las 2 pantallas que tiene el Santa Fe. ¿Cómo nos dan los números? Esta cuenta puede ser a la vez frustrante y alentadora: es probable que, hoy, hacer andar una sala con la escala “de antes” (salas de 800 butacas) sea imposible. Pero esto, lejos de deprimirnos, debería llevarnos a pensar en cuáles son los espacios y las formas de exhibir cine independiente que pueden funcionar con los hábitos de consumo del espectador del 2011. Y si bien actualizar nuestra idea del éxito puede resultar trabajoso e incómodo, puede ser también liberador, además de multiplicar las posibilidades de que nuestra película, en sus propios términos, sea exitosa.

En una semana (la última), y poco antes de que las vacaciones de invierno nos azoten con Cars 2, Harry Potter, Capitán América, etc… escuché a dos personas (un distribuidor, un director) decir “el negocio como lo conocíamos se acabó”. Lo cual quiere decir, también, que recién estamos empezando.

8 jul 2011

El cine de autor no está muerto (agoniza)

O por lo menos eso es lo que quiso decir Javier Rebollo, director de "Lo que sé de Lola" y "La mujer sin piano", cuando nos citó a Carlos Zumbo, Pascual Condito y un servidor, a formar parte de una escena a rodarse en el Hospital de Clínicas, más precisamente en la sala de terapia intensiva, para su nueva película "El muerto y ser feliz".

El diagnóstico del Dr. Rebollo es discutible, pero los momentos pasados en bata junto a estas dos celebrities de la distribución local fueron sin dudas inolvidables.