Tenía ganas de escribir algo acerca de la pasada Semana de la Crítica. Me parecía divertido esto de una Semana incompleta, y de una Crítica parcial, estaba bueno hablar de la selección y los premios, de la vuelta al Cine Cosmos, etc... Pero pienso que en realidad todo hubiera sido una excusa para llegar a un incidente puntual que se dió el jueves pasado, en la cabina de proyección del Cosmos, un rato antes que se proyectara la primera película:
Me tocó acompañar a Perrone en su visita a la cabina de la sala para probar la película que proyectaría (en carácter de ¡Estreno Mundial!) al día siguiente, durante la Semana. Yo ya había tenido el gusto de conocer a Barragán, el proyectorista del Cosmos, y no sabía que podía esperarse de un encuentro entre él y Perrone. No sabía, pero me lo imaginaba. Y suucedió, finalmente, lo imaginable.
Pero más allá de los encontronazos, las chicanas y el diálogo imposible, sucedió algo inesperado: Perrone, el último de los mohicanos, y Barragán, leyenda viviente del proyeccionismo, como sin darse cuenta terminaron uniendo fuerzas para tratar de entender de qué manera podían proyectar la película desde un disco rígido externo sobre la histórica pantalla. Cómo enchufar el USB sin que explote todo. Unidos tratando de reconocer el archivo correcto de una lista infinita proyectada en la pantalla de la Sala 1 del Cosmos.
Al final, el archivo no funcionó, y Perrone dejó dos DVD que se veían increíble, y partió acompañado por un (por otro) representante de Cultura de Ituzanigó. Yo, igual, me quedé pensando que hay algo en la siguiente combinación: Semana de la Crítica + Perrone + Estreno Mundial + Barragán + Disco Rígido, algo que merece ser pensado durante un rato porque (capaz) diga mucho acerca de la distribución de cine independiente. Y entonces me quedé pensando, tanto que, una semana después, de la Semana de la Crítica no me acuerdo de casi, casi nada, salvo de eso.
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