(Publicado en Haciendo Cine 118)
- El martes 30 de agosto pasado, y después de muchas postergaciones, una pequeña delegación de distribuidores independientes logró reunirse con Liliana Mazure en la sede del INCAA. Hasta dos horas antes del horario pactado para el encuentro, los colegas tenían en mente acercarle al Instituto su preocupación por las crecientes dificultades que atraviesan los responsables de estrenar en nuestro país cine de autor extranjero. Un anuncio cambió la agenda de los dos distribuidores independientes un rato antes de su reunión, cuando se daba a conocer la resolución que arancela a las películas extranjeras estrenadas en nuestro país.
- (Ninguno de los dos distribuidores habían sido consultados acerca de la aplicabilidad de esta resolución. A vistas de lo que pasó durante aquella reunión, y la repercusión que tuvo la nueva norma entre periodistas y público ¿no hubiera sido prudente?)
- Los distribuidores independientes, unas 10 o 15 pymes, subsisten desde hace ya varios años gracias al público del cine argentino, sueco, japonés, francés, rumano, etc… Algunos desaparecieron con la devaluación hace 10 años, otros sobrevivieron, algún valiente apareció después. Los que hoy quedan en este negocio lo hacen, en gran parte, a fuerza de tozudez y pasión, muchas veces en contra de las recomendaciones más racionales de dedicarse a otra cosa. A diferencia del cine argentino, no cuentan con la contención del Estado. A diferencia de los estudios americanos, no cuentan con un presupuesto gigantesco para financiar y distribuir películas.
- En la puja entre estos dos gigantes, el cine de autor extranjero funciona como variable de ajuste, una especie de lubricante. Para que uno de aquellos dos avance sobre el otro, primero deberá pasar sobre el pequeño espacio de los independientes. Si fuese necesario, sobre su cadáver.
- Ese martes, a esa reunión, los distribuidores iban con una serie de inquietudes al INCAA. La idea no era tanto pedir una ayuda, sino más bien eliminar ciertos obstáculos. Ahora, pensándolo bien, ¿por qué el Instituto no puede trabajar junto a los distribuidores de cine extranjero, y no sólo contra ellos? ¿No hay algo que, por su parte, el cine de autor japonés pueda hacer por nuestro público en nombre de la tan mentada diversidad cultural?
- La regulación pareciera ocuparse de todo lo que pasa por encima de las 40 copias (más allá de alguna corrección posterior en la escala del arancelamiento). Por debajo de esa medida, aparecen la mayor cantidad de estrenos no sólo extranjeros, sino también argentinos (según el Anuario del INCAA, en 2010 sólo 10 de más de 100 películas nacionales superaron las 40 copias en su estreno). ¿No sería una buena idea promover el diálogo entre los distribuidores pequeños y medianos y ese grupo mayoritario de producción nacional como una forma de resolver los problemas de distribución del cine argentino?
- Los Espacios INCAA, el brazo de exhibición del Instituto, programa habitualmente, en todo el país, cine de autor extranjero. Esta idea se parece más a una solución de fondo: la formación del espectador. El problema es que, operativamente, es demasiado engorroso para los pequeños distribuidores hacer la logística y los cobros de las todavía exiguas liquidaciones que vienen de las cuatro puntas del país. ¿Por qué no generar entonces, entre distribuidoras e Instituto, un Programa donde los contenidos más relevantes del año sean cedidos a Espacios a cambio de una única suma fija, por ejemplo? ¿No podría hacerse lo mismo con algunas ediciones en DVD que sean aportes culturales para puntos del país donde estas expresiones de cultura no llegan?
- Pero, finalmente, ¿cómo podríamos los distribuidores de cine de autor o independiente reclamar diálogo, cuando a duras penas dialogamos entre nosotros, mas ocupados en ningunear a un colega o reírnos de su fracaso, amparados en la tan folklórica como pobre cultura del mikioskismo? Seamos independientes, pero no tanto…