Pasó un tiempo desde el último posteo, y en parte tiene que ver con una serie de viajes cortos que (en mi defensa) tuvieron mucho que ver con el cine, y que voy a tratar de aprovechar para ponerme al día con el blog.
La primera de las tres partes de ese viaje tuvo como destino la querida Montevideo. La excusa fue, como el año pasado, el festival que organiza la Cinemateca Uruguaya, justo después del BAFICI. Y la primera de las cosas que pienso es que el Festival de Montevideo es un verdadero placer también porque en Buenos Aires, paradójicamente, puedo ver muy pocas pelìculas, ocupado en general con reuniones o el trabajo de oficina.
El Festival de Monvevideo tiene casi 30 años, pero a pesar de esta impresionante trayectoria se sigue haciendo en base, mayormente, al increìble esfuerzo de la gente de la Cinemateca. Esto tiene un costado muy atractivo (la escala humana, perdida en parte por muchos otros festivales), y por otro lado algo deprimente: ¿cómo puede ser que no tenga un apoyo concreto y sustancial del Estado un evento cultural tan relevante y con tanta historia?. Pero la Cinemateca misma vive esa misma contradicción (como se puede ver claramente en la bellísima "La Vida Util").
Pero, a pesar de las diferencias, a Montevideo y Buenos Aires los une, entre otras cosas, la dependencia que tienen las ciudades de estos espacios para preservar la diversidad cinematográfica, necesidad que se manifiesta en ambos casos por una asistencia de público numerosa y entusiasta. Uno de esas cosas que ayudan a que uno recupere el optimismo en el futuro de este negocio.
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