(Publicado en Haciendo Cine 114) En la ceremonia de premiación Sergio Wolf anunció una serie de logros de esta última edición del Bafici, una especie de consolidación, que solamente se veía manchada, por decirlo asi, por los problemas de distribución que tenían en la Argentina las películas que cada año participan del festival. Lo había escuchado decir algo parecido durante la presentación de la mesa de Acid, unos días antes: películas notables de la selección no logran estrenarse en nuestro país, o lo hacen de una manera mas bien imperceptible.
La gestión de Wolf mostró, desde el inicio, preocupación por este tema. Y si bien durante estos últimos años se dieron algunas iniciativas para subsanar esto (un premio de distribución, funciones especiales para distribuidores), nunca se terminó de establecer una relación fluída entre el Festival y los jugadores de la distribución en la Argentina.
¿Por qué los distribuidores y exhibidores no toman las películas del festival? Algunas de estas películas van a estrenarse: las películas que ya se dieron en otros festivales y arrastran cierta legitimación (de premios, criticas) que facilitaron una venta previa al festival (en general películas extranjeras). La película ganadora de la Competencia Internacional también se estrenará, gracias al sponsoreo de Z Films. ¿Cuántas películas que “se presentan” en el Bafici logran estrenarse? Deben ser menos del 5% de la programación de cada año. Esto, pienso, tiene que ver con una realidad: en nuestro país (y en general en el resto del mundo) hay muchas más películas que capacidad de proyectarlo en salas: la cantidad de público y de pantallas es cada vez menor, mientras la producción es cada vez más grande. Con tanta oferta, no es ilógico que un mercado como el nuestro deseche películas que suelen no ser muy convocantes. Este, el macro, es un aspecto difícil de resolver. Menos imposible de sortear parece otro obstáculo: la desconexión entre el Bafici y la industria. Como decía más arriba, sería necesario estrechar los lazos entre el festival y los distribuidores y exhibidores, por lo menos con aquellos que tengan cierta afinidad con el cine independiente. Y esto, me parece, excede el apoyo de un sponsoreo, o la invitación a una fiesta. Deberíamos trabajar juntos en estrategias y diferentes formas de colaboración que permitan que estas películas se vean en nuestro país, fuera del festival. No imagino una solución sin este acercamiento.
Mencionaba antes a Acid. Acid es una agrupación de cineastas franceses que, dados los inconvenientes para estrenar y difundir cine de autor en su país, decidieron organizarse para estrenar y comunicar, por su cuenta, material francés y extranjero en Paris y en los 1500 cineclubes de Francia. Uno no puede dejar de preguntarse por qué, si existe el deseo de estrenar (o exhibir, difundir, circular) películas de parte de sus realizadores, y dada la indiferencia de gran parte de la industria, nuestros cineastas no se juntan también para, al menos, pensar en una posible solución conjunta. Me parece indispensable incluir en el Debe lo poco que hacen la mayoría de los cineastas para mejorar las perspectivas de distribución de sus propias películas. Pienso en la posibilidad de agruparse, anticiparse lo más posible al momento de la circulación de su trabajo, y por qué no capacitarse y desterrar aquello de que la distribución es una ruleta o una ciencia oculta, de manera de depender lo menos posible de los distribuidores, y colaborar por su cuenta para que espacios como el festival no sean una isla.