Después de muchas semanas de recaudaciones penosas en las salas argentinas (con los éxitos puntuales de alguna película de terror como únicos y aislados sobresaltos), el estreno de Harry Potter y sus 500.000 entradas en 5 días puede ser uno de esos espejismos que nos dicen que la exhibición en salas todavía es un negocio posible.
Hubieron otros fenómenos de este tipo en el último año, y entre cada uno de ellos (con contadas excepciones) se extendió un cada vez más interminable desierto.
Si miramos el total de la asistencia del fin de semana (largo) encontramos un aumento de entre el 200 y el 300% con respecto a los fines de semana anteriores. Relativizando ese aumento, además de aclarar que este fin de semana tiene un día más, es imprescindible decir que de esas 730.000 personas, 511 mil fueron a ver Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Un 80 % del total del Box Office se concentró en una sóla película (de ¡60! en cartel en todo el país), y podríamos decir que sin HP este hubiera sido un fin de semana tan malo como los anteriores: probablemente este público "extra" no hubiera ido al cine si no se proyectaba HP.
O sea: el grueso del público no va al cine: va a ver Harry Potter (o Toy Story, o el Secreto de sus Ojos, etc...). Más allá de algún milagro, ¿podemos decir que el éxito en las salas de cine queda reservado a este tipo de material? ¿Al cine comercialmente mediano le queda la TV? ¿Al cine de autor las trincheras e Internet? ¿El DVd para nadie?. Preguntas que no van a tardar mucho en responderse, me parece...
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