12 oct 2011

A través de los laureles

En medio del desierto, dos viejos conocidos le dan esperanza al cine de autor: el éxito de taquilla es improbable, pero posible. Algunas ideas sueltas al respecto. (Publicado en Haciendo Cine 117) 




  1. Esas cosas que pasan una o dos veces por año: el fenómeno de “Medianoche en Paris”, con un acumulado de 530mil personas (que serán más de 600mil cuando esta nota se publique), y los dos muy buenos primeros fines de semana de “Copia Certificada”, de Kiarostami, con 30mil entradas. Y todo esto en medio de la avalancha de estrenos de vacaciones de invierno. ¿Se trata solamente de dos excepciones a la regla o hay algo más detrás de estos dos regresos con gloria?
  2. Una conclusión a las apuradas sería: el éxito se debe a que se trata de dos marcas registradas del cine de autor. Las películas de Allen y Kiarostami, cada cual en su rincón, funcionan bien porque son directores conocidos y ambos hacen películas buenas. La crítica los pondera, entonces hordas cinéfilas van a ver “la última de Kiarostami”, entonces el distribuidor y las salas ponen los pies sobre el escritorio, prenden habanos y se felicitan por su genio. Uno más uno. Facilísimo.
  3. Cuenta la leyenda que Primer Plano estrenó el primer Kiarostami (“El sabor de la cereza”) hace mas de 10 años con sólo una copia en el Lorca, pero las entradas se vendieron de a miles, las salas (como los panes) se multiplicaron, y el cine iraní se convirtió automáticamente en sinónimo de prestigio. Como marca el Manual del Buen Distribuidor y su lógica de realismo mágico, a aquella la sucedieron muchas otras películas de Kiarostami, y de otros directores iraníes. El éxito nunca fue el mismo, y la mayoría de las veces las recaudaciones fueron menos que magras. Y así la marca del éxito se convirtió en la del fracaso, el prestigio tornó en aburrimiento, y casi no se volvió a estrenar cine de Irán. En el caso de Allen no hay que ir tan lejos; basta con ver los resultados de sus últimas películas para constatar que está muy lejos de ser una fórmula infalible.
  4. ¿Es posible que uno de los responsables de la convocatoria de un cineasta norteamericano y otro iraní sea, finalmente, el cine francés? Es cierto, no son solamente un título que incluya la palabra “Paris” y la presencia de Juliette Binoche los factótum de dos buenas recaudaciones. Pero apostaría (y aprovecho que esto es incomprobable) a que estos dos elementos son un gran “por qué” en la elección del público. Están también las buenas críticas, el paseo por la Toscana y la Ciudad Luz, Owen Wilson y un afiche “alla Van Gogh”, y las evidentes recomendaciones del público, pero dado que el cine francés como sinónimo de entretenimiento inteligente o  sofisticado, funciona en nuestro país desde hace mucho, pienso: ¿significan estas dos películas que el nuevo público sigue suscribiendo a esa asociación, o más bien que las películas de cine de autor las sigue viendo el viejo público? ¿Qué está viendo el público joven entonces? ¿Cine de autor? ¿Cómo?
  5. Un dato que suma a esas dudas: el Arteplex, “primer circuito de cine arte etc…”, y su estrategia de marketing. Las salas del complejo de Belgrano se llaman Truffaut, Buñuel, Bergman y Fellini; las del complejo Centro: Lorraine, Losuar y Loire. El complejo Villa del Parque es el último de los Arteplex, y quizás por eso le corresponden los nombres más actuales: Chabrol (q.e.p.d.) y Polanski. Todo esto podría ser apenas una anécdota si el promedio de edad del público que va a estas salas no fuese parecido al de los personajes o lugares que las nombran. Y si, además, el público de las dos películas no fuera también el mismo (la gente en la cola para ver la de Kiarostami un cine de Belgrano recomendaba “Medianoche…”). ¿Quiénes van a ver cine de autor en sala dentro de 10 años? ¿Dónde? Más preguntas.
  6. Una hipótesis que descartaría: el hecho de que estas dos películas fueran las dos opciones de cine de autor más fuertes y visibles, aquellas que, digamos, reunían las mejores cualidades en meses de mucha predominancia de cine comercial e infantil, las convirtió en las únicas opciones de una gran cantidad de público ergo en un éxito. Es posible que esto haya aportado, pero se parece más a una corajeada que a una estrategia.
  7. ¿Qué tiene que tener entonces una película de cine de autor para ser un éxito, si tomamos estos dos ejemplos? ¿Cómo se explican las excepciones? Algún solucionista dirá "Muy fácil: Personajes bellos hablando de cosas interesantes mientras caminan y toman café y vino y la cámara hace turismo en una ciudad europea y bella. Como “Antes del Atardecer”, “Dos Días en Paris” y tantas otras”… Es fácil, claro: si Perrone hubiera filmado “Ocho Años Después” en Bruselas, por ejemplo, y no en Ituzaingó, la habría juntado con pala. Porque el negocio del cine es fácil. Facilísimo.